EN TIEMPOS DE COVID-19: RESILIENCIA EN LOS NIÑOS Y ADULTOS


Lo que ha desnudado esta pandemia no solo es lo mal que estamos como Estado para responder en el área sanitaria o en el área económica o en el área educacional o en área de la política, pues de esto ya hay muchos estudios, críticas y sugerencias.

Yo quiero ocuparme de otro aspecto que ha dejado ha descubierto esta crisis, la poca resiliencia social y personal que tenemos para enfrentar situaciones como las que estamos viviendo. ¿Qué entendemos por resiliencia? La resiliencia es la capacidad que tiene una persona o un grupo de recuperarse, adaptarse frente a la adversidad para seguir proyectando el futuro. En ocasiones, las circunstancias difíciles o los traumas permiten desarrollar recursos que se encontraban latentes y que el individuo desconocía hasta el momento. Ser resiliente no significa no sentir malestar, dolor emocional o dificultad ante las adversidades.

La población inflige las normas establecidas por el gobierno aduciendo que ya no soporta este estado excepcional de no circular en cierto horario, el cierre de espectáculos, lugares públicos de recreación y el distanciamiento social. El transitar solo una por familia es algo que aducen que no es aceptable. Y esto hace que se salga sin tomar en cuenta los protocolos de salud, en nuestro país siempre hemos esgrimido el argumento “a mí no me pasa nada”.

Otra de las actitudes que estamos evidenciando en esta crisis, es que no me importa el otro, la poca empatía que se tiene del no pensar en el otro o en los otros, prima el individualismo. Los psicólogos/as sociales tendrán que decirnos mucho sobre este comportamiento.

Recomendaciones de cómo desarrollar resiliencia en niños y adultos (1):

·      Establece vínculos fuertes con el niño o la niña: el apego es muy importante en el entrenamiento de la resiliencia, nos muestra que no estamos solos y que otras personas pueden ayudarnos en nuestros malos momentos. Como personas adultas, podemos proporcionarle seguridad y protección al pequeño mediante muestras de apego y afecto.                                          
·         Enséñale a aceptar los cambios: cuando somos pequeños, debemos aprender que no todo depende de nuestras decisiones, hay cosas que no podemos controlar y eso no es malo. El cambio forma parte de nuestra vida y debemos aceptarlo lo antes posible, de este modo, evitaremos frustraciones en un futuro.
·         Resuelve las dudas que pueda tener: un niño o niña con inquietudes nos va a preguntar sobre todo lo que le rodea, si no se le resuelven las dudas adecuadamente, estas pueden producir preocupación y ansiedad por lo desconocido.
·         Enséñale a cultivar las amistades: del mismo modo que el apego en la familia fortalece la resiliencia, aprender a tener buenas relaciones personales ayuda al pequeño a establecer una mejor red social de apoyo. Además, el niño se sentirá aceptado por sus iguales y amparado en otros ambientes no familiares.
·         Anímale en sus metas: es posible que el pequeño tenga inquietudes y empiece a desarrollar proyectos individuales (empezar a dibujar, hacer manualidades, aprender un nuevo deporte...). Es muy importante que le ayudemos a perseguir su objetivo. Posiblemente, no le salga todo bien a la primera, pero es importante que aprenda a ser persistente y a no abandonar sus sueños a pesar de las primeras frustraciones.
·         Déjale que tome pequeñas decisiones, como elegir qué ropa se va a poner al día siguiente o qué libro quiere leer a continuación. Enseñarle que él o ella posee el poder de cambiar pequeñas cosas hará que en un futuro posea herramientas para modificar lo que esté en sus manos y, así, adaptarse mejor a los cambios.

Cómo cultivar la resiliencia en adultos

·         Acepta la realidad: tal y como hemos mencionado en las claves para desarrollar la resiliencia en niños, aceptar que hay acontecimientos que no podemos controlar, nos ayuda a supera las frustraciones y a seguir adelante con más facilidad, centrando nuestra atención en lo que sí podemos cambiar.
·         Cultiva tu círculo de amistades: las redes sociales de apoyo son un pilar importante en el entrenamiento de la resiliencia psicológica, sentirnos acompañados y queridos fomenta nuestra autoestima y nos supone una herramienta más para resolver los problemas del día a día. De lo contrario, sentirnos solos fomenta los problemas como la depresión o una mala autoimagen.
·         Conócete: saber más de nosotros mismos nos ayuda a solucionar mejor los problemas. De este modo, sabemos cómo podemos actuar de la mejor manera, buscando nuestras fortalezas y nuestros puntos más débiles.
·         Maneja tus habilidades sociales: aprender a relacionarnos no solo fortalece nuestro círculo de amistades, también nos ayuda a hablar con personas conflictivas y a evitar discusiones con estas. Además, saber comunicarnos ayuda a que las demás personas respeten y tengan en cuenta nuestras necesidades.
·         Cuida tus necesidades: quererse y ponerse a uno mismo como prioridad no es egoísta. Los autocuidados son una pieza clave en el fomento de la resiliencia, de este modo, también cuidamos nuestra autoestima y estamos más preparados para enfrentarnos a todo lo que nos pueda venir.
·         Aprende del pasado: no siempre tomamos las mejores decisiones en la vida, pero en vez de torturar nuestra mente y seguir anclados en esos errores, podemos aprender de ellos y dejar que formen parte de nuestra experiencia.

Gracias a los TIC hoy por hoy podemos tener comunicación vía las muchas plataformas que hoy existen para estar cerca. Tenemos que ser más creativos para mantenernos comunicados y unidos. 


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